jueves, 11 de diciembre de 2008

Retrospección


Me paré en seco, mientras varias lágrimas brotaban por mis acaloradas mejillas.
Todo había pasado tan rápido...
Los había perdido a todos y ahora estaba sola a punto de morir. Ya, todo era nada.
Sin pensármelo ni un segundo más, me arrojé a las aguas de aquel acantilado de ese paisaje tan familiar.

Todo empezó un sábado corriente,estaba anocheciendo y como de costumbre mamá nos preparaba nuestro plato preferido de cena. Papá ya se había acostado puesto que al día siguiente tendría que trabajar en los preparativos de mi boda. Me casaba la siguiente semana con el hijo mayor de los Kasaqui. Yo estaba muy emocionada pues mi prometido era muy apuesto y simpático. Ese día decidí ir al prado que había poco más arriba de nuestras viviendas, quería contemplar detalladamente las estrellas. Me encaminé. Me llevó algo más de lo que tenía pensado, pero mereció la pena el cielo estaba más bonito que nunca, había luna llena. Se me hizo tarde y me apresuré a caminar hacia el poblado, si mamá se despertaba y no me veía se llevaría un buen susto. Tardé algo más de media hora. Llegué. Noté algo extraño, algo que no encajaba con la flora, una sensación rara y de malestar en mí. Me paré y examiné bien lo que estaban viendo mis ojos. La tribu estaba masacrada. Sus cadáveres yacían en el suelo sin esperanza y sin vida. Me quedé paralizada. Una marabunta de hormigas legionarias había infectado el territorio. Habían millones. Noté un cosquilleo por el cuerpo, a continuación dolor, luego dolor y más dolor. Me estaban comiendo viva y yo seguía allí de pie. Al fin mi cuerpo reaccionó y mis piernas echaron a correr. El dolor cada vez era más agudo y nublaba mis pensamientos

1 comentario:

mago merlín dijo...

¡Muy bien! Estupendo relato.
(Ya estaba echando de menos que colgaras los muy buenos ejercicios que entregas en clase.)
Un saludo, Poppy.